martes, 5 de noviembre de 2019

5. LA POESÍA DE 1939 A 1975. CLAUDIO RODRÍGUEZ.



    1. POESÍA DE LA GUERRA Y EL EXILIO
a. Poesía de la guerra (36-39): M. Hernández. El compromiso de los intelectuales politiza la poesía. La prensa es el medio de difusión fundamental durante la guerra. El romance es la forma preferida. Será M. Hernández (1910-42) el poeta más relevante. Del gongorino Perito en lunas (1933) pasa, en el 36, al libro de sonetos El rayo que no cesa. Con la guerra, se incorpora a la poesía comprometida con la República: Viento del pueblo. Tras la guerra, es encarcelado; allí escribe Cancionero y romancero de ausencias (38-41), poemario de soledad y amor por la familia ausente.

b. Los poetas del exilio. Tras la guerra, muchos poetas mueren, y otros parten a un largo exilio: Cernuda, Guillén, Gil-Albert, Juan Ramón, León Felipe, Prados, Altolaguirre...El tema obsesivo es España, que luego deriva en la ausencia de la patria lejana, la muerte y el inicio de otra vida.

    2. LOS AÑOS 40: POETAS ARRAIGADOS Y DESARRAIGADOS

La derrota de la República supuso el exilio, la cárcel, la muerte o bien el llamado “exilio interior” para muchos poetas (Gil Albert, Aleixandre). Dámaso Alonso clasificó a los que se quedaron en:

    -Arraigados: la poesía de los vencedores. Idealizan a España, la familia, la religión. Usan una lengua esteticista, volviendo a formas clásicas, como el soneto. Escriben en revistas como Escorial y Garcilaso. Los más importantes son Luis Rosales, Leopoldo Panero, José García Nieto y Dionisio Ridruejo.

    -Desarraigados: la poesía existencial de los 40. Para estos poetas, el mundo es un lugar inhóspito, y sólo la poesía permite afrontarlo. En 1944 se publican Sombra del paraíso (Aleixandre) e Hijos de la ira (Alonso). Recogen aspectos del existencialismo europeo del momento, que refleja la soledad del hombre en un mundo sin sentido. Se expresa una doble angustia: la personal, al sentir dolorosamente la fugacidad del tiempo, así como la muerte; y la social, por la situación de miedo, represión y hambre. Los temas son el vacío personal, la soledad del hombre, la duda religiosa, la desesperación y el desarraigo. La lengua literaria posee un tono emotivo, bronco, áspero…

En esta década existen otras dos tendencias muy minoritarias pero de gran importancia estética. Una es el Postismo, que continúa la poética del Surrealismo (Carlos Edmundo de Ory y Juan Eduardo Cirlot); y la segunda es el grupo Cántico, caracterizado por la sensualidad y el barroquismo (Pablo García Baena y Juan Bernier).

    3. POESÍA SOCIAL DE LOS 50: CELAYA, OTERO, HIERRO

En los 50, el país va progresando lentamente, pero la censura continúa amordazando a los poetas. Se pasa de la poesía existencial a la social. En 1955 se consolida el llamado «realismo social», con dos libros de poemas: Pido la paz y la palabra, de Otero, y Cantos iberos, de Celaya. En ellos, se supera la etapa de angustia existencial, para situar los problemas humanos en un marco social.  Su estela la seguirán muchos de los que antes se inscribían en la «poesía desarraigada»: Victoriano Crémer, Eugenio de Nora... Sus influencias son Machado, Miguel Hernández, Neruda, Vallejo o Aleixandre.

Se trata de una nueva poesía que, saltando del yo al nosotros, pretende convertirse en un arma capaz de transformar el mundo (Celaya: “la poesía es un arma cargada de fututo”); el poeta debe tomar partido ante los problemas del mundo. Se solidariza con los demás. En cuanto a la temática, destaca el de España,  con un enfoque político. Dentro de la preocupación general por España y del propósito de un «realismo crítico», se sitúan temas como la injusticia social, la alienación del hombre moderno, el desarraigo en el mundo del trabajo, el anhelo de libertad y de un mundo mejor.

Estilísticamente, se trata de una poesía que emplea un código claro, de tono coloquial,  pues va dirigida a la mayoría; es una poesía directa. La lengua es coloquial y sencilla: se quiere llegar a todos, y cambiar con la palabra la sociedad. El verso preferido es el versículo.

Los autores principales son:

    -Blas de Otero (1916-79). Es el gran poeta de la posguerra y su obra resume la evolución de la poesía española de posguerra. Su obra fue censurada y prohibida en varias ocasiones. Del existencialismo pasa a la unión con la poesía social: Ancia: cambia la lengua, hacia la sencillez, lo coloquial.  Ejemplos de poemarios sociales son Pido la paz y la palabra, En castellano y Que trata de España; es una poesía de testimonio y denuncia que plantea la solidaridad con los que sufren y el tema de España.

    -Gabriel Celaya (1911-91). Propone “escribir como quien respira”: Tranquilamente hablando, Cantos iberos. La poesía es modo de acción, útil para cambiar el mundo, con una lengua coloquial y tono irónico. Su poesía es didáctica, no estética.

    -José Hierro (1922-2002). Se aparta de las imágenes complejas y se vale de lo coloquial, de versos muy trabajados estilística y rítmicamente. Su poesía es testimonial, expresada en una lengua sencilla pero de experiencias complejas. Obras: Quinta del 42, El libro de las alucinaciones, Cuaderno de Nueva York.

En relación con esta función social de la poesía, se halla la canción protesta: en los 60 y 70, los cantautores gozaron de fama e influencia: Paco Ibáñez, Joan Manuel Serrat, Lluis Llach, Raimon.

    4. LA GENERACIÓN DEL 50: POESÍA DEL CONOCIMIENTO

A finales de los cincuenta, apareció un grupo de poetas que, sin dejar los temas sociales, buscaba una mayor elaboración del lenguaje poético y un desplazamiento de lo colectivo a lo personal. Josep Maria Castellet, en Veinte años de poesía española (1962), consagra al grupo: Ángel González, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente, Francisco Brines, Claudio Rodríguez, Carlos Barral,  José Agustín Goytisolo, Gabriel Ferrater. 

Rasgos comunes:
    - El poema es un medio de conocimiento, de indagación, una revelación; el poema es instrumento para conocer el mundo y a sí mismo.
    - El cuidado de la lengua y la voluntad de estilo son fundamentales. Muchos siguen fieles a un estilo conversacional, antirretórico, pero depurado y concentrado. Buscan un código personal. A menudo usan la parodia y el juego de palabras para crear complicidad con el lector.
    -Los maestros son Machado  y Cernuda.
    -Temáticamente, se va de lo colectivo y social a lo personal. Se busca un tono narrativo. Son muy frecuentes la ironía y el humor, que encubren, a menudo, la tristeza. Resulta fundamental la reflexión sobre el paso del tiempo (el tiempo pasa y destruye; la infancia y la adolescencia son el paraíso perdido), el amor como cauce del erotismo, la amistad y la reflexión sobre la creación poética.
    -El lector se convierte en coautor del poema: la poesía es conocimiento que se desvela al escribir, pero también al leer. La lectura es un acto creativo, porque el lector vierte en el poema sus experiencias, conocimiento y circunstancias, por lo que el sentido cambiará.

Algunos de los autores más destacados son:

    a. Ángel González. Sus temas son los recuerdos, el paso del tiempo, el amor, la reflexión ética,  irónica. Desde el 68, recoge su obra bajo el título de Palabra sobre palabra. Su lengua es sencilla, precisa; el tono sentimental es íntimo y alejado del patetismo.

    b. Jaime Gil de Biedma. A menudo organiza sus poemas desde dos puntos de vista distintos: una descripción aparentemente trivial de un hecho, y un juicio moral duro, desencantado, cínico del mismo. Sus poemas tienen un tono narrativo, intensificado por la ironía, la reflexión crítica y la unión de tono conversacional y cuidada expresión lírica. Obra: Las personas del verbo.

    c. José Ángel Valente. Se le adscribe al grupo por sus obras más críticas y sociales: Poemas a Lázaro y Breve son. Pero, en los 70, su poesía evoluciona hacia lo esencial y sintético: sólo en el vacío y en el silencio se percibe la verdad. La palabra poética es intuición, sugerencia, paradoja y síntesis. Obras: Mandorla, La memoria y los signos.

d. Claudio Rodríguez (1934-99).

Biografía
Con 13 años muere su padre, lo que dará lugar al comienzo de su obra poética. Su traslado a Madrid, tras lograr el premio Adonais con tan sólo 19 años, le dará a conocer a la que será su esposa y a uno de sus principales valedores poéticos, Vicente Aleixandre. Trabaja varios años en Inglaterra, como lector de español, y posteriormente vuelve a España, como profesor universitario. En 1992 ingresa en la RAE.

Estilo
Dos rasgos definen su personalidad: le gusta observar y recrear los juegos infantiles, y los paseos por su ciudad (Zamora) influyen en sus temas y ritmo poético. Le une a los místicos la actitud contemplativa; a Rimbaud, la precocidad y la imagen visionaria. A través del campo el poeta se enlaza con la naturaleza en lo que sirve de expresión de la pureza.

Obra:
-Don de la ebriedad, magnífico libro lleno de referentes rurales, desde los que llega a una reflexión sobre la vida y el quehacer poético; sus versos equilibran lo racional y lo irracional, lo narrativo y lo lírico; se trata de una poesía tierna, honda y reflexiva, con un tono íntimo y sencillo, que expresa alegría y tragedia por habitar el mundo.
-En Conjuros (1958) convierte en metáforas el paisaje castellano y convierte la vida de sus pueblos en trascendental; reflexiona sobre la vida, el comportamiento del hombre, haciendo surgir la responsabilidad ética y la posibilidad del remordimiento.
-Otros libros: Alianza y condena (65), El vuelo de la celebración (76), Casi una leyenda (1993) y el póstumo Aventura.

Claudio Rodríguez puede ser un claro exponente de la generación a la que pertenece: distante, que ha sufrido la pérdida de todos los ideales de infancia y adolescencia, observadora de la deshumanización sistemática de la nueva sociedad, una generación que ansía amor y comunicación.

    5. LOS “NOVÍSIMOS” (GENERACIÓN DEL 68)

En 1970, José María Castellet publicó una antología titulada Nueve novísimos poetas españoles, donde aparecían: Pere Gimferrer (Arde el mar), José María Álvarez, Manuel Vázquez Montalbán, Ana María Moix, Antonio Martínez Sarrión, Félix de Azúa, Vicente Molina Foix, Guillermo Carnero y Leopoldo María Panero.

Se trata de poetas que se han dejado influenciar por autores muy diversos: Vallejo y Paz, Cernuda y Aleixandre, Gil de Biedma o Valente, Cavafis, Byron, Eliot...

En cuanto a su estilo, defienden lo lujoso, lo decadente, lo lúdico. Conocen otros países, otras literaturas y culturas; sus poemas se llenan de referencias culturales y citas, a modo de collage. Abarcan por igual cultura académica y popular (cine, tebeos, música, medios de comunicación). Esta fusión se denomina culturalismo. Les importan más la experimentación y renovación formales que los contenidos: el poema depende del cuidado exquisito de la lengua poética. Ven en el Surrealismo una lección vigente de ruptura con la «lógica» de un mundo absurdo. Experimentan con las posibilidades expresivas del idioma: imágenes visionarias, supresión de la puntuación, uso de refranes, anuncios, citas y autocitas.

En la temática encontramos lo «personal» (la infancia, el amor o el erotismo, etc.) junto a lo «público» (la guerra del Vietnam, la sociedad de consumo). Al lado de los tonos graves, aparece una provocadora e insolente frivolidad. La poesía ya no debe cambiar el mundo.



A lo largo de estas décadas, hay poetas que, a pesar de su importancia, han quedado fuera de las clasificaciones generacionales: Gloria Fuertes, Antonio Gamoneda, María Victoria Atencia...Su independencia respecto a los grupos, su marginalidad u otros factores motivaron su olvido, que se ha ido remediando modernamente.

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